Cuando el veneno entra en sangre,
mi cerebro es una rosa.
Leopoldo María Panero
Esas palabras estaban ahí desde siempre
Fuera de la cabeza de alguien
Como un gusano que se arrastra
O el agua detenida de la lluvia
Sí, su boca las balbuceó,
Mas, escaparon de su cuerpo como un gas de muerte
Como la baba soñolienta de la tarde
O, incluso, como una verdad
Esas palabras fueron el suelo de mi conciencia
El suelo frío del invierno y la dignidad
Y el fondo de la caída, su límite
Sobre ese suelo edificaré mi iglesia
Y esas palabras serán el verbo
Y el cáliz de mi cuerpo estará vacío
Hueco como la vida
Como un valle enorme
Donde resuenan ahora esas palabras
Tus palabras
Las que dejaste caer con la baba
Las que exhalaste en el humo
Y ahora me intoxican
Me adecentan
Me liberan de ser contenedor
Nevera de miseria asalariado
Tu boca se fue deshaciendo en la tarde
Tu mano y tu risa infantil
Ardieron en el mismo infierno que
El cuerpo de mi padre
Pero esas palabras están ahí
Desde siempre
Venenosas
Detenidas en el aire de julio
Invisibles para los pájaros
Y yo he roto mi frente contra su transparencia
Gracias