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Tránsito de Gawain

pienso ahora en Gawain, sumergido
en un lago que solo es
espejismo de luna en la memoria,
de esa luna plana, llena de cielo
como una boca plateada,
así le pareció antes de lanzarse,
y con ella en la frente
buscar la cabeza hundida, errante,
la cabeza condenada, anamorfosis
de otro mundo, inexplicable en este.
Gawain cae en el ojo amargo.

encerrado en un cristal que no amanece
con la cabeza en la mano
mira sus cuencas vacías, abiertas
como el pozo vítreo de un infierno seco,
como el eco de alguna lente deslumbrada
bajo la mirada sofocante del sol
multiplicada en la superficie.
Gawain despedazado por los reflejos.

la atracción del abismo en el ánimo
incita una caída que no es tal, sino fusión
en lo plano, en el círculo
donde ya no hay nombre,
ni arriba, ni abajo, ni circunstancia.
—Entra Gawain, por tanto, en la noche eterna,
en la profunda oscuridad que ya no será más amable—
dijo Maillard, mientras la tinta horadaba
un sol negro en la página blanca,
y una gota de leche reventaba en el suelo
de la habitación.