todos eran diestros
y no se daban cuenta
que giraban sin salir,
que estaban dentro,
yo no me daba cuenta,
vestido de futbolista
corriendo calle abajo,
hacia la desembocadura
hacia el agua encharcada
que no era más que
un nuevo comienzo
todos eran diestros
en el tiovivo del solar,
y llevaban una espada
de madera en la mano
para amedrentar a los demás,
y gritar como los indios,
como los heroes,
como los fuertes
se supone que gritan,
sin piedad
alguno cayó del caballo
o patinó en la acera
con sus botas de tacos,
y conoció el suelo
y su sabor,
y su cuadrícula
y la sangre dulce y
roja como la belleza
como la verdad
si es que existe fuera,
fuera de la calle
y la acera de la realidad
y levantando los ojos,
lastimoso, aquel caído
que podría ser yo, dijo:
soy,
soy lo que nadie espera,
ni siquiera yo mismo
esperaba ser
rojo como la sangre,
como la belleza,
como la verdad,
si es que existo