… el terrorismo de la belleza…
Angélica Liddell
no, no vamos a hablar mucho de esto
la muerte del padre el bautismo de fuego
la cólera de dios o la hez demócrata
no, no vamos a hablar mucho de esto
la fuente de la ira
—Je meurs de soif auprès de la fontaine —dijo aquel
Montcorbier
no sabes cómo llega
y la mano es la herida
bilis como palabra sobre fondo blanco
un lugar como herida, plano
y la herida como vaso, lamento y eco
mi boca es una huida —perdón—, una herida, roja
que no para de susurrar
baba negra, ba ba bla ba sin parar
melancolía en las familias, hedor en los portales
es un secreto escondido en la cueva, que
la víscera sostiene
esfínter del ojo cálido ano, azul presente
la obra es el olor que canta en el pozo de la vida
como una sombra baila en la pared o
una huella aprieta la nieve
contra la nieve
y no deja de ser virgen blanca, y papel
y es la palabra un fracaso
y es el silencio un olor verde,
corrupto y ocre, pero verde
endogamia de monarquía y sudor
como el sonido atrapado entre piel y tejido,
yo tengo el secreto de la imagen
yo tengo escocido el horror, de tanto mirar
la boca roja de la tierra
contra la agresión de los tiempos, muertos vivientes,
el peor mal es el que no se nota
el que el bien escupe como una bendición
y en el teatro no aparece
no, no vamos a hablar mucho de esto
pero tampoco lo olvidemos,
mantengamos abierta la ilusión
la herida
que no deja de menstruar
y el silencio es un pozo verde, y el nombre
me duele