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Salve, poeta

la boca es alimento y veneno
en la sala hipóstila, es aliento
que malea el mármol con algas
que enreda las patas de las personas
sus labios
como un gato una serpiente un alcohol

la voz reverbera en mi pecho
como una puñalada seca
que llama a la vera vida
y la niebla de esa mirada es
la única luz en esta choza romana
—¿a qué día estamos?— preguntas
mirando tu mano abierta
como un espejo

te escucho cantar la infancia del hombre
mostrar su herida impune
su cabeza rasurada, su canción de cuna
su descosido tegumen humano
que habla cuando muere bajo la llama
en un mar de ámbar
o en una telaraña de esquina
—help me! help me!, decía aquel hombre menguante—

vislumbro el abismo que tú encuentras
en el fondo de un vaso de cafeína
o en un reloj de arena que atrasa
penetro el desierto que avanza
y la clausura de este patio
qué siniestro el oficio de escribir
para ser enjaulado en baba y ruina
y olvidar la palabra, tu palabra
te amo porque les odio
salve, poeta

a propósito de la reseña en un periódico, conocido como El País, de la intervención de Leopoldo María Panero en un festival literario en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid, en 2009. El reseñador se limita a enumerar todos los tópicos físicos y psicológicos acerca del poeta, sin decir una palabra sobre su obra, es decir, sobre él.