razones para escribir un poema,
dijiste,
el humo del deseo de cabeza contra
el muro de la palabra,
transcrito,
comunicados ambos en la superficie,
en su dura piel tallos de un vegetal
que divaga:
[¿no sería posible tan solo pensar,
para uno mismo,
y admitir que la memoria luego
lo destruya todo, la casa, el cuerpo,
y dejar que caiga la catedral?]
nunca será suficiente, o una solución
lo que no es más que fatuo alimento,
el uso que yo quería hacer de mí
y sin el cual, mi sentido entre ellos es
inútil por ausente,
desarbolado el cuerpo, creer ser estar
y la vuelta a la normalidad:
apuntalar el pobre estado anterior
deseado consuelo ahora
y falsa liberación,
y el críptico diseminar de palabras
como el día lo es de pasos y la noche
de atisbos
bajo los párpados vencidos,
y la sutil descomposición de lo vivo
no reiniciable, mientras espejeo,
y todo igual
el autor navega hacia la disipación
de lo que no fue más que un sueño y
sin embargo,
en el libro de visitas está su nombre,
engreído, bajorrelieve sellado
esperando encontrar lo que no pudo,
la sospecha la posibilidad el humo
de otra vida
que rellene los huecos de las palabras
en el poema, en la piedra,
y que la piedra quede así lisa, olvidada,
indiferente,
y bajo la tierra, la conciencia sea
humus y memoria muda
de un acontecer
[…]