la palabra se hizo carne y acampó entre nosotros1
en lo que quizá haya que leer una alusión,
algo de unos dados y un tablero,
de arena que cae,
algo de un dolor que no es más que la vida misma
una sabiduría posible en los labios del poema,
lo que Platón llamó simulacro,
una cosa sin fundamento en la idea
que no es más que la muerte, teatro,
tan lejos del secreto de la carne,
del latido de las horas,
de la transparencia del aire donde silban los insectos,
como un gramófono en un salón vacío
una materia oscura que corre bajo la piel,
imponente palabra
que se reitera como los días,
que envuelve el deseo y el pensamiento,
que parece existir
aunque una voz me dice que no es lo verdadero
la palabra se hizo carne en mi boca
y fue como darle una pistola a un mono
ilusión de un cielo luminoso
donde solo había una lengua de animal,
la lengua de la boca que engulle cadáveres
pronuncia ahora el nombre de dios
la palabra se retira del mundo impotente ante la nada,
dejando un rastro de saliva en el suelo
y una bandada de pájaros huye gritando
contra el sol y contra el cielo:
adónde va la carne cuando muere, o
qué es el humo sin el fuego
1 Juan 1,1-18.