Oh, fétiche

oh, fétiche, —léase fetis, por favor—,
eres
el objeto de culto inanimado
de mi religión primitiva,
lo que no comprendo y proyecto,
eres esa relación ilusoria con las cosas
en este orden capitalista, como dijo Marx,
un contenido para la miseria existencial,
cuando follas y
la excitación depende de un objeto,
tú eres ese objeto, dijo Krafft-Ebing

oh, fétiche,
eres
el horror ante la castración de la madre,
el objeto simbólico, dijo Freud,
un sustituto del falo materno en la renegación
constitutiva de la perversión, explicó Lacan

ah, el triángulo madre-hijo-falo
tiene sus raíces profundas,
es la primera convicción,
el ser se identifica con la madre y
con el falo imaginario y
oscila y
oscila como una marioneta pendular,
como el ahorcado y la fruta en el árbol,
como las palabras que ahora cuelgan de mi boca
y caen como baba de sueño
y coagulan en este virginal papel,
haciendo un retrato aterrador
de todo lo que soy

ve cómo estas palabras son una presencia
sobre el vasto fondo de una ausencia,
un objeto positivo y simbólico,
una máscara de carnaval
que cuando se arranca, no esconde más
que un rostro sin piel,
carne cruda,
un instrumento de goce que
jamás resolverá su dicotomía,
que me dejará helado en el instante y
en el objeto
de un amor imposible,
en ese velo de vapor donde me reflejo
y creo ser

la palabra nos desprende de la percepción empírica
en tanto que símbolo en ausencia
pero la devuelve en la evocación imaginaria, dice Weisse,
en el olor de este cadáver exquisito