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nada espero de la palabra

nada espero de la palabra
pero elijo escribir
porque sí lo espero,
más acá de la frontera oscura
del abismo que temo
la palabra construye el suelo
ya que no puedo volar

no sé si avanzo o ando en círculo,
caminar es una condena atada al tiempo
y cada paso tiene su nombre escrito en la arena,
escribir es practicar el sonambulismo
es dejar el cuerpo para otro día
—el sueño es parecido a la muerte—
andar en falso, como en alcohol,
deambular en la apariencia y en lo ausente

me acerco al límite de algo,
de algo que no comprendo,
por el camino que suela la palabra
entreabierta o medio cerrada,
y como si por un error de programa
pudiera asomar la cabeza y la mano,
más allá de ese talud continental,
abro el sentido

todo resulta una experiencia desconcertante
pero si no fuera por la palabra
aún sabría menos de lo que hay
de lo que sucede, cara a cara,
balbucear es luchar contra la muerte,
porque la palabra es vibración, latido
y el silencio es imposible si no es en el vacío

esa cabeza y esa mano
se descuelgan en su pozo con la sangre en el extremo,
ve, oye, toca lo que no se puede decir,
lo que no tiene verbo,
la palabra es jeroglífico entonces de la experiencia
y en la profundidad del sueño
la alegría es lo mismo que el dolor,
lo mismo que la muerte,
lo mismo que la palabra
es un paso, o un vuelo