la lengua que transmuta el metal en rosa,
además de la imagen de un ángel,
será un beso de carne obscena
que entrega al sacrificio de la caída
cada palabra que escupe como pétalo
ese metal es el plomo que vive en el pecho
de aquel día y todas estas noches
licuado en la vena recorre el cuerpo
que arrastra un sueño sin darse cuenta,
ligero como una guirnalda de flores
y todavía algo más:
esa rosa es lo único que lleva mi nombre,
y, sin embargo, no soy yo