memorias de un fin aplazado
donde no vive nadie y está por escribir,
muerdo en la tinta de mi mano
lo que fue antes de mí
cruzo como un perro aturdido
la calle vacía de un pasado infantil,
y parado en su mitad
miro al cielo,
y no hay pájaros
ni nubes
ni aviones
solo hay moscas que mueven un aire que no veo,
moscas y palabras que susurran en su aleteo,
palabras como quién o porqué
o incluso, para qué,
palabras sin sujeto ni boca
palabras melladas como llaves que no abren puertas.
como peces que se ahogan en un mar de alcohol
o culebras que se muerden la cola hasta morir
cuando bajo la mirada el mundo sigue ahí
lejano eco de mi pensamiento absurdo,
flor venenosa en la mirada de otros,
y aullidos de puertas y ventanas oxidan la tarde
no sé si soy yo ni qué significo,
no entiendo las ventanas ni el peso del pie
sobre el suelo negro,
no puedo pronunciar palabra, oírme,
referirme como presente
pellizcar mi alma con los dientes
cae la tarde y se tumba en el suelo
y yo a su espalda,
y oigo su corazón vespertino brillar tenuemente
como una luciérnaga ebria,
y la calle da vueltas con las moscas
y mis manos arden en el último atardecer
y un perro se recuesta a mi lado
y juntos cantamos la canción del pirata
hasta dormir
o tal vez, soñar
en los ojos cerrados callan las moscas
y el verano desaparece acompañado del invierno,
la noche respira profundamente
como un perro cansado de vagar,
y mi cuerpo absurdo se une al olor de la madrugada
en un viaje sin esperanza ni necesidad
revolotean las nubes, los pájaros y los aviones
en mi memoria infantil,
en mis ojos cerrados,
en mi alma negra de perro