En un perdido puse los ojos y
esperé la vida,
la primavera.
Los niños jugaban con la muerte,
Blancanieves se la procuraba.
Jugaban con solo hambre de juego
en la enorme pradera invernal.
Los niños no distinguen la vida del juego
hasta que es demasiado tarde
y la hierba se pliega bajo sus pies.
Quizá ni entonces.
Ella no sobrevive a la noche,
fiel de cada día, la noche parece eterna,
la mirada casi alcanza el horizonte
y sus pasos van detrás,
y abandonan su cadáver al invierno,
Blancanieves de piedra,
el juego sigue siendo su prioridad,
perder la palabra es perder el juego
y de ahí, la vida
El perdido es una mancha negra
que ensucia la página blanca de la muerte.
En él me alimento
y juego.