es una liturgia salvaje
meter el cuerpo en la tierra
igual que se vuelve a casa
tras un domingo de vuelo
os veo mirarme contra el cielo
altos como árboles de otoño
alimentando la tierra ocre
con pensamientos minerales
el sol atraviesa los párpados
y aún ilumina mi cuerpo
como una raíz fugada un día
de su apariencia callada
vuelvo a la brasa de la tierra
a la hoguera sin fuego de la corrupción
recostado junto al gusano
esperaré la lluvia de primavera
la tierra ciega mis ojos
como antes lo hizo el sol
y los nombres desaparecen
bajo esta liturgia primitiva
oigo alejarse vuestros pasos
cómo se desvía a rojo su canto
para cuando llegue la noche
no tendré voz
seré un matiz de la misma cosa
ilegible hijo de flauta
incomprensible del lado de acá
como el tiempo y la espuma