la espada que corta, la espada que mata siempre está
desnuda lengua y aún
no ha dicho nada, cementerio ni huesos,
oh, Frankenstein donde todo es posible y elefantes
basta con escucharte en la soledad de la fiebre,
oh la risa Zhivago para romper el espejo de la sociedad
y entrar en melodía de bellas lágrimas como el manantial
que brota nativo donde orinó la doncella, mas
de qué hablamos cuando decimos
desvelando manos que quizá dibujen en el aire
viejas formas parecidas a una flor
crecida en el cerebro de la paz o el exceso
rasgando la bóveda craneal,
camino de perfección es el de la muerte
en cada paso, en cada soniquete pálpito y traviesa
voz cuerpo en su eco innoble
apenas lamento cuadratura del agua
oh, ferrocarriles, venid a ver
el arroyo que ahora lleva su nombre tranquilo
desordenado fluir de esperanzas discontinuas