Todas esas vidas ridículas, frente a semejante
piedra de belleza
tan lejana de la vacuidad de la existencia, o
la fútil firmeza de los objetos, y, sin embargo,
tan cercana a la vibración de la palabra,
a su enigma,
al aire comprimido en su ampolla de cristal
—L’Air de Paris—,
al paso insomne del cometa Halley, o al estruendo
de las olas en la geométrica dureza del espolón.
Dónde están las palabras que se queman en la boca,
la espantá inquieta en los caballos exhaustos, o
el ojo curvo en la carne de lubricidad,
la necesidad
de embeleso.
Todo deforma su rostro en el diáfano espejo del
espectáculo.
Solo la belleza quiebra su pantomima y
pretexto:
un ángel severo, una noche cautiva
los bellos azares de nada sostener.
Que todo pase y
viva y muera en el rastro de su baba y brillo
burlando la memoria. Que todo papel
parezca blanco, mas,
solo el deseo descifre su mancha, su nombre vacío
tras el que nada se oculta,
su tendencia.
Siguiendo Un amor al alba, Anna Ajmátova y Amedeo Modigliani, de Elisabeth Barillé.
1 La belle indifférence: consiste en una actitud de indiferencia, de despreocupación, ante síntomas que en principio parecen graves. Desconocía este trastorno psicológico. El título me vino relacionado con un recuerdo de lecturas a propósito de Marcel Duchamp. Parece que mezclé en mi cabeza su Belle Haleine (bello aliento) y su concepto belleza de indiferencia, es decir, la elección acrítica, indiferente.