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La hija de sangre

la hija de sangre es dura,
el culo hendido en el bidé
recuerda el murmullo del mar
el suave oleaje el balanceo de los balandros
el brillo aterrador de la costra de agua,
abierta su vulva humectante es
la gruta sirénida de Gérard de Nerval
y el calor del trópico asfixiante
es su olor y visible toxina

sus ojos buscan errores en la pared
falsos errores que su vapor convoca,
lentes de gravedad curvan su mirada
errores de vida, errores de posibilidad,
rojas
manchas enamoradas de sus mejillas
sólidos muslos ninfa que llora sobre la roca pulida
se deja mear contra la página en blanco
y estrella contra mi boca su alma
y pienso: esto es lo que siente el pan

mis ojos ruedan por el desagüe
y oigo su estertor enloquecido
y su vulva se abre hasta devorar los cilios
y la mirada ya no existe más,
el sol se oculta en su frente
ciego en la cueva de mi pensamiento
y confundo un suspiro con la derrota
y confundo el vino con la posibilidad
remota de mi nacimiento
ahogado en el delirio de unos ojos sellados
frente a unas voces que no veo

huelo sus mejillas calcinar la estancia y mi ser
en un segundo
no menos desierto ni hostil que el cielo vacío 1
enfrenta la vida con los ojos tendidos
la caída que no se puede mantener
la caída que lame la pared, roja de mi cueva
de mi frente absurda

1 ...ni moins déserte, ni moins hostile que le ciel vide. Madame Edwarda, de Georges Bataille.
Todo el poema está empapado de Madame Edwarda y de Historia del ojo, del mismo autor.