con la escritura se intenta rodear el pasado
—el presente muere en la boca—
como a un enemigo a quién se quiere entender
en vez de aniquilar
(quizá no se aniquile hasta que no se entienda)
giros y giros alrededor suyo,
como los indios en las películas,
con la misma insensatez y furia suicida,
no saldremos vivos de este esfuerzo
pero hacemos lo que podemos
—de elegir, no hablamos—
en ese orbitar, el poema se justifica al margen
enfermo siempre de duda,
enfermo de la ceguera de quien cree tener ojos,
enfermo de vida y de salvación,
como la sensación al salir, ya sin aire, del agua,
al límite,
y descubrir nuestra fragilidad,
nuestra dependencia de lo invisible
que es nuestra dependencia del pasado,
nuestra vida caminando de espaldas
y aún creernos lobos del futuro
sobrevuelas los recuerdos
como el águila los ratones y conejos,
por deseo y necesidad,
y caes sobre uno que ya no tiene carne,
que no es más que un jeroglífico,
como el pellejo de Miguel Angel
colgado en la Sixtina,
o miras por un retrovisor roto
—el objeto aquí reflejado
está más cerca de lo que parece—
incluso el pasado lejano
está más cerca de lo que parece,
porque no hay sentido en hablar
de distancia respecto al pasado,
lo pasado está aquí y ahora
como el cadáver deshabitado
que sigue viviendo su muerte solidaria,
ya sin bordes, abierto al azúcar
abandonado como una fotografía
que no es más que un muerto muerto que vive
el pasado es un almacén, un trastero,
una croqueta donde todo acaba,
todo a ras, raseado,
allí se conocen quienes nunca se conocieron
o se encuentran quienes se olvidaron
—lágrimas no valen,
arrepentimientos no aprovechan—
el pasado es una borrachera sin fin
donde no hay suelo ni paredes,
donde los nombres y los rostros desaparecen
diluidos y reflejados,
el pasado es el mar, sin puerto,
el mar que suavemente se balancea,
el mar que arrasa poblaciones costeras,
y yo no sé nadar, y hay tiburones
tienes la oportunidad, misteriosa,
de recordar aún tu mano escribiendo aquello,
de recordar algo que pensaste
—esta letra parece café disolviéndose en leche—
pero mañana ya será parte de esta tierra negra,
de este limo vegetal,
junto a tu padre,
junto a los días de tu infancia y la juventud de tu mamá,
junto a la absurda primera imagen del espejo
y junto a aquella ceguera de blanca luz
en una sala anónima de azulejos,
y aquellas manos que te agarraban fuerte
y la asfixia de ahogarte fuera del agua
y descubrir tu fragilidad,
tu dependencia
tu vida
la escritura se escurre entre tus dedos
se desparrama sobre tus recuerdos,
se derrocha
y se resuelve en la leche blanca del apocalipsis
(por favor, etimología)
en la revelación, en la epifanía,
en el fuego fatuo de toda tu vida
aniquilada