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anoche no era capaz de escribir ni nombre

anoche no era capaz de escribir mi nombre,
mi mano estaba endurecida
y mi cabeza era
un motor fuera borda que no arranca

la papelería era inmensa,
una especie de laberinto
donde solo una de las puertas funciona,
sin embargo,
no podía encontrar un papel limpio
en que escribir mi nombre

rebusqué en la basura,
entre bocetos a carboncillo,
piezas de arcilla y
blocs llenos de dibujos de anatomía,
—recuerdo un rodillo de madera—,
y si encontraba un trozo adecuado de papel
mi mano estaba endurecida
y no era capaz de escribir mi nombre

buscaba mi carné de identidad
por toda la plaza,
desesperadamente,
—había visto como lo tiraba allí
el ladrón que robó mi cartera—,
era imposible no encontrarlo
y no lo encontré,
aunque miré incluso desde lo alto
al suelo mojado de la plaza

y yo quería escribir mi nombre
y mi teléfono
para que me avisaran de la papelería
si encontraban mi carné de identidad,
pero mi mano estaba endurecida
y desconectada de mi cabeza,
llegué incluso a escribir un nombre
que no era el mío,
aunque yo sabía cómo me llamaba

¿era la mano de un desconocido
o la cabeza de la enfermedad?
¿era el trance de un medium
o una fuga de mi identidad?
pero entonces,
¿quién era el que buscaba el carné
y quería escribir su nombre?
quizá el nombre me esquivaba,
no quería ser escrito,
quizá yo no soñaba, sino
que era soñado, y
mi voluntad no tenía sitio,
quizá me apagaba, moría,
en la conciencia de la pérdida,
y me alejaba lentamente
de la impostura y el tacto,
del símbolo de la palabra

en la plaza y la papelería,
en mi punto de vista intentando escribir,
rebuscando trozos de papel en los cajones,
todo parecía moverse
como una proyección en una sábana
colgada de dos pinzas,
secándose al viento
en la suave brisa del inconsciente

y no pude escribir mi nombre,
y no porque no lo supiera,
parece que no podía existir o
estaba dividido entre ser y tener nombre,
entre estar dentro y fuera de la cuadrícula blanca
que decoraba el suelo negro
y húmedo de la plaza
donde me robaron el carné
y mi mano estaba endurecida
y no era capaz de escribir mi nombre