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El silencio de los corderos

el silencio (el sueño) dice que aún
hay cosas pendientes

Jenaro Talens



I


Y es un perro que late en la noche
envainado en visiones sobre mi cuerpo,
yerros, fantasías, y sanciones,
desnudo aturdido frente a un falso cielo
frente a su joven mirada y sus manos primeras,
un desquiciado anhelo,
animal turbio como muestra de nada,
y áspera ronda por estancias ambiguas, persiguiéndote,
en que el medio acalla la palabra
hasta caer, absurda y queda, en la página fría.



II


Memoria de agua es el sueño que late,
víscera consciente soy de la soledad, o quizá
más, conciencia de un abismo,
del desierto intratable de ser vivo, y prudente,
una melancolía que cambia de nombre en vuestro cuerpo
queriendo poseeros para negarse, o quizá, solo,
sentir volado, de la posibilidad,
el celo.



III


Duermevela de cuarto oscuro y luz roja,
el rostro del milagro aparecido
revelado sueño que flota, en líquido ajeno
contra tu sonrisa, o lo que fuera ese aquel, tan académico.
Mi lengua se pierde en el hueco de tu letra,
tan cerca y tan lejos de la cruz de vuestro nombre
el secreto de la noche, lo infraleve de la huella.
En el silencio de tu cordero, la palabra, y su niebla.



IV


paseante sombrío y solitario
sobre la tinta violeta de la dedicatoria
centrada y cumplida,
paraíso artificial que fue tu nombre
embriaguez hecha de juventud desvanecida
y una hoja seca, sin vida,
atormentada entre las palabras,
amiga entre amapolas abrumada,
el goce sutil del dolor,
la fatalidad y la catástrofe

           trabajan para mí.


Las cursivas de la última estrofa son texto de la dedicatoria de Los paraísos artificiales, de Charles Baudelaire.