Dorado laberinto son
mis geometrías,
ángulos de colores diluidos
en la nada,
que nada excluyen,
que nada abarcan,
que nada anuncian
yo no había nacido
y era preso del temblor
intrincada caverna dorada
de lluvia, y hacha
y fuego,
escupo mi mano contra la pared
un nido espejo
donde abordo a la muerte
puesta en pie y animal
húmeda caverna deseo,
libido, dijo Jung,
culto a la luz y la oscuridad
donde nada comprendo
soy un palacio ciego,
la ceremonia de la confusión
una vida que no avanza:
extático el rey en el laberinto
dibuja en el suelo la curva de un río
que no conoció
el cieno del Nilo
en la página se derrama
la tierra negra
—Arcano cabezas hierba y manos—
de una piel que dice mi nombre
ilimitada y desnuda piel
para un rostro sin rostro,
grosera arena quizá, y ajena
a la magia de lo azul,
es alimento hoy de vivos
y reflejo de un temblor antiguo
dorado y Sol
menguante y lejano