Nadie derogó la regla del silencio
Nadie mencionó lo que no se dijo y pudo ser
Lo incalificable encontró su calidad, su impostura
Lo innombrable su nombre, su cita,
El espejo de su lamento o su dios
Las cartas entre sus manos se humedecían
Y la verdad se reducía a ser solo la verdad,
Consintió el proyecto, la comunidad de individuos
Acorralada por verdad, nombre y circunstancia,
Fuera cual fuera la manera elegida y el perdón
La obediencia de vida era sal
Y los aviones paseaban sobre el cuerpo el océano
La omertá
Su figura dibujada, quizá su enfermedad,
Acentuaban el carácter violento de su enigma
La creencia extravagante de una vida arrogada
Su velo alzado sobre su velo, su rostro confuso
Su repulsiva indiferencia
La interpretación que hacía de las preguntas de lo cotidiano
Las confidencias, los robos, la religión,
El trabajo y la familia
Una jerarquía incomprensible y soez
Y una insistencia feroz, sospechosa, en la felicidad
Lo innombrable era su verdad
Escrupulosamente enterrado en un jardín de piedra
Gritándole a su sombra un nombre que no existe,
Nadie se volvía