sujeto mi cráneo entre las piernas
sin pelo ni piel
mi cráneo es mi glande
un hueso estremecido que sonríe
en la sangre del atardecer
limpio de pecado y
protegido de toda perturbación
por mis manos
me apoyo en la pared para no caer
y siento que la luz de la tarde me atraviesa
que eludiendo mis ojos y mis manos
me abrasa como tus palabras
—quizá podría dejar mi cráneo en la cama
y mi cuerpo haría lo que se espera de él
esas rutinas estúpidas y esclavas
que nos definen como ciudadanos
y nadie se daría cuenta... —pienso
sin embargo,
prefiero follarte con mi cráneo
en su bóveda celeste están tu nombre
y tu sexo escritos en el barro de las paredes
porque toda mi memoria
todo eso que dice “esto eres tú”
está ahí
llenando las paredes rojas en una letanía
de manchas lejanas y sordas
que nada tienen que ver con el tiempo
y sí con los fusilados y las tapias
y que al recordar reescribe una mano temblorosa
perdiendo aquel primer trazo
en un eco que se pierde
en un paisaje mental
tendré que dormir en algún momento
y el sueño de mi cabeza
propiciará su caída
aflojará mis dedos y
seré acéfalo contra el muro que llaman vida
sin lamentaciones ni jeremías
como un perchero que ha perdido la vocación
y el sombrero
y deja caer los brazos y la razón
y entonces, mi cráneo rodará por la calle
como la pelota de un niño
que dice hola al vértigo
y no veré ni oleré el asfalto
ni los adoquines ni la hierba sucia de esta ciudad
y en ese giro loco que conduce al mar
seré uno de esos recuerdos reescritos
y las curvas serán cada vez más rectas
y las tapias caerán
—por cierto, Leopoldo, es hora de comer,
quieres una coca-cola? —dice la calavera
desde el fondo del mar
matarile rile rile
matarile rile ron
Este poema está inspirado por esta maravillosa fotografía del poeta Leopoldo María Panero realizada por Thomas Canet.