Oh celebración de la ruina
Alfombra gastada que apenas pisa el suelo
Ropa raída de un adolescente que no sabe el hambre
Dignidad media del ciudadano español
Oh miseria del arte y la vida
Valor de cambio de un aborto
Cárcel de invención donde el poeta retoza
Sabiendo que el menú le espera
Galgo apaleado y miel diluida
Pieles lavadas a la piedra
Y por la piedra pasadas
Como pelotón
País de catacumba, donde
El poema muere fusilado por su eco
Y la voz vuela hasta la boca de un cazador
Oh delirio de la iglesia abandonada
De las piedras caídas hace dos mil años
Sobre el alma
De las espinas que nacen en las tejas
Y del cuerpo desnudo torturador
Oh delirio erótico de la miseria
Del placer enfermo del capital
Del olor del trabajo y su digno azul
Del sabor a cenicero en la piel del trabajador
Oh delirio de la lengua que miente
Del traje grande del libro inepto
Del poeta que se retuerce en la luz de una polilla
Del deseo insaciable de su ardor
Oh inutilidad de todo
Excepto, quizá,
de la muerte y del amor