—a Leopoldo María Panero
escapa a la palabra en que resuena el sentido
a la sangre que escribe en la arena,
el poema es el vacío,
su tendencia
su improbabilidad
el estado de las cosas del mundo
las delicadas heces
el vino
el crimen del nombre
solo para que el poema exista,
y tus caricias,
léxico escatológico
tan fácil en mi boca
ah, el sentido, la razón, el deber,
refutar, negar, oponer,
como al trabajo,
el poema es el vacío, un escarabajo
de la cabeza, de los testículos,
tus manos delicadas, heridas
entienden la perspectiva
de todo lo que no ha sucedido,
como el vampiro
fugado en el espejo
o la memoria de una vida anterior
la multiplicidad de uno
perdida en el nombre, en el número,
degollar la jerarquía para que se abra
y rociarla de jazmín,
en una impostura de carnicero demente
escribir sin mirar atrás
sin quedar atrapado en el barro de la mente
y morir devorado por el fuego
caliente sangre de los animales
desnudos de todo,
y escupir al alcalde como al lavabo
en la boca
pronto vendrá la mejor canalla, dijo,
en un país de canallas
—el cuervo lo repite una y otra vez—
a explicarme qué soy, vendrá,
y ante la palabra, desaparecerá,
y la sangre caerá a la cabeza
al pensar el poema
y un escarabajo de esperma visitará mi boca
y dirá la belleza del vacío