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La avasalladora espera de ser

La certeza fantasmática es el corazón
de toda la realidad del sujeto.

Dolores Castrillo



I

ante el cadáver de mi madre
en un escaparate ridículo
como si la muerte fuera eso
como si el ser fuera eso
la seriedad del gesto, la indiferencia del lugar,
los adornos florales y el cristal de dos direcciones
que nos une en un espacio bidimensional
—mi rostro es el tuyo, madre, en la magia del reflejo—

todo me parece ridículo,
este culto a algo que no existe, el monarca,
el miedo hecho comparsa, circo,
pan de los cobardes que se eleva en los altares
terror de lo que ofende
cristal contra el terror, acuario podrido de entrañas
la muerte es infecciosa
tanatosfera
—ah, destruido, que nadie te ha escrito—



II

está como dormida
está como ausente cuando calla
elevada a los altares del terror
vacío de la especie
pulcro cuerpo estático de mujer, dona
en una transición sin nombre
naturaleza obliga
volver,
dónde está la tierra, el viento, el agua
dónde los gusanos hambrientos
dónde la mano de dios o sus santos cojones

yo sé que ya no estás
más que un rey en su estatua o la oca en el paté,
y por esa razón —irrazonable—
apenas te miro un instante,
esa no es mi memoria —no debe ser—
más que tu cuerpo desnudo en el hospital
ese cuerpo abierto del que salí
y enfrenté como un espejo,
un espejo que no se puede atravesar
un espejo de agua dura
un túnel de carne oscura que refleja mi voz
mi eco


III

cuando salí de ti, cuando nos separamos,
comenzó la avasalladora espera de ser —Bataille en mi boca—
como una piedra lanzada al lago
cada palabra, cada poema, no es más que una onda
que se aleja de mí, un letargo
buscando esa primera completud,
buscándote, madre, donde no estás
—escupir contra el viento, Fort-Da—

yo soy la piedra y la hoja que cae,
soy la palabra que se enreda en su propia confusión,
en ecos de cavernas, en noches sin luna en días sin sol,
como se persigue un porqué o un recuerdo
en el laberinto de la pregunta,
soy Teseo y Minotauro, soy suelo y sombra
en deriva


IV

ahora, aquí, cuando tu ser ya se balancea
hacia otro lado, tiemblo ante la proximidad de tu cuerpo,
el lugar del que salí para no volver más,
colgado de ese amor de plenitud, continuo
como si nunca hubieran cortado la soga que me unía a ti.

aún persigo la utopía de ser más que yo mismo, tu olor.
algún día encontraré tu espejo muerto
y frente a él, sabré ser y nada sabré,
seré falta y esfera, borde y luz, planta y mar,
y nada seré pues faltará el testigo,
el observador que colapse las posibilidades y diga
mi nombre, un nombre,
seré, talmente, información sin orden,
ausencia de ti
y de mi.