yo volvía a estar desnudo
delante de todas vosotras,
volvía a estar desnudo
como un animal abierto,
abierto como un cadáver, encendido
en un sol privado,
expuesto a la inclemencia, a los carroñeros,
al tiempo que pasa,
yo volvía a estar desnudo y era feliz
delante de todas vosotras
era hermoso el vapor de mi cuerpo
nublando mis ojos
libídine de mi postura
—esto es un juicio, sin duda—
la indiferencia de la costumbre y el mar
se reflejaban en la ventana,
tumbado contra la escalera era un puerco
en el fango de la vida
revolcado, vago y tenebroso como una hiena
ausente, sin hambre
porque nadie me importaba
y sentía el placer de ser sin permiso,
absurdo, incongruente, sin preguntas,
como una llave a punto de penetrar el ojo
de una cerradura lubricada,
como el agua de un pozo a punto de acoger
un cuerpo cálido, pesado
de muerte e indolencia
no, no era un sueño, era
más alucinación que engaño,
no era desprecio ni prepotencia,
era
como un fauno
recién caído del cielo de la pureza
al sofá de piel de un anhelo,
quizá
un animal desenredado
o un hombre sin sueño