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1914

—página de un diario—

dios es un gas en el campo de batalla,
un velo precioso en el rostro de la muerte
sin nombre, como el presente
una mancha de semen en la cama vacía

dios es la sangre que corre por la trinchera
hasta la primera línea, la primera palabra
cabalgando sobre el hombre con azúcar y espuela
hasta la tierra de nadie en que me abisme,
en su puta cara,
el borde de la sábana o la almohada,
el amanecer que me quema los ojos
cuando saco la jeta del vientre de arena

dios es la gasolina que supura de la botella,
el brazo es mío y
el mundo no existe sino en esta guerra,
en esta máscara en que no me reconozco,
en esta cara que me pregunta quién soy

¿y en estas palabras?

sí…
   quizá…
       no sé,

en estas palabras dejo de ser todo lo que odio,
al menos,
hasta que mañana dé de comer a la hierba