EMBOSCADO
Emboscado, oliendo a humo,
los caracoles recorren mi piel
con su rastro húmedo de tierra lenta.
A veces, una hoja me remonta
empujada por el viento,
y su vuelo seco es como una mano sin nombre.
El musgo llena mis recodos,
y en los páramos duplica mi forma
y se extiende como un agua verde,
podrida.
El árbol derribado de mi sexo, exangüe,
es arqueología de una cultura muerta,
y la hierba seca se enreda en la telaraña de mi pecho
haciendo un nido al azar.
Todo se acumula en este vertedero
emboscado que huele a humo,
Todo.
Y sobre todo, el tiempo.
Porque en esta quietud de violetas y caracoles,
de musgo que oculta y hojas que desnudan,
lo que resta es eterno, indiferente,
Uno.