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Sudario pop

—siguiendo Amanecer en Burgos, de G. Carnero—


Porque quizá temiéramos vivir.
Guillero Carnero



      En la madrugada, la belleza resuena, turbia
como un corrupto y lejano cuerpo, condenado al tiempo y la luz.

      Los festejos de la imagen
son musgo incubado en paredes antiguas, y los jardines,
vuelo muerto de una floración que pudo ser
—alguien orinó en los capullos—.
               Silencio. Amanecer. Carne es
toda palabra, derramada en la fontana vieja que
muerde la esquina.
        Una angustiada boca habla de la hora de vivir,
y secamente, una piedra se escarcha en su corazón.
                      El engarzado
ámbito de la tumba del mediodía,
los festejos, cataratas y proclamaciones,
toda la perfecta geometría de quien nada escucha es
esplendor de oro falso, andrajos de cuerpo como impalpable epifanía
de lo que seremos,
polvo mudo del dolor.
         La turba discurre fugaz sobre losetas que bailan,
las sombras del presente germinan, idas y venidas —ensayados besos,
fielmente—,
un hermoso sudario pop.