Pero, ¿esto es una prisión?
¿es esto lo que tanto he temido?
de La Cartuja de Parma, de Stendhal
Bien podría desde esta altura
dejarme caer sobre el piano,
al encuentro del sonido transparente,
y quizá más,
de su lago de mármol, de su piedra vibrada, de su sábana umbra.
Porque
desde esta torre, todo me llega como aroma,
columna sonora de ligerísimo calor, relumbre, heno o pluma
que en ondulado ascenso, afirma su mortalidad.
Bien podría saltar al aluvión de adelfas y víboras, mas,
prefiero ser margen de río o vaho de boca, cuando mañana
el sol resucite del suelo, a ras.
Se dilaten, ahora,
mis ojos, buscando la nada circular de la noche,
se disperse mi calor animal
que pulsa la condena de la carne,
se oculten,
en el reflejo de los montes,
tantas flores agostadas en mi corazón.
Elevado al cielo de la no voluntad,
ahogarme en los pétalos de los reflejos
como trazo de ave que el viento borra, poco a poco,
tan solo líquido que el sol de la mañana,
mañana funda
en el vaho de la boca y la música desdibujada
de una voz terrenal.
La luna,
la luna es el único círculo que entona posible mi altura
en este falso panorama inmortal,
los silenciosos movimientos que mi sangre conjura
en espacio y muro, canción.