Armónico mausoleo, cabello hiriente, y airoso
vertido latir oculto
en la concertada llama inerte.
Llama delicadamente
como un azul débil de acero,
como sangre de acero azul
resbala el brillo desde poniente
blancura de ventanales, hiriente cabello (de nuevo),
belleza virgen entre los muros, engarzada a un galope,
a un pecho,
ajustada labor de horizonte
que mágicamente acalla tu eco,
roja manzana del laberinto.
Antigua lluvia eras tú, en la llanura
y en lo alto,
ahora apenas —lluvia no—,
memoria ensortijada que en círculos se desparrama,
y en el hondo cementerio de elefantes, espera.