LA TRANSPARENCIA DE LA MIRADA. Lya aparece.
Lya perdida
ya no puedo escapar
el gesto de tu boca es mi magdalena
esos labios cerrados
perdidos en la respiración
se entreabrían
como un ojo
como tu ojo
en el amanecer del día encerrado
en silencio
ni Wagner ni nada
un goteo quizá el lavabo
el roce eléctrico de tu vestido de seda
recogido en tu regazo
una página rasgada al trasluz
tu dedo vendado
y la pera que cuelga
en una secuencia de caída
a la luz de una ventana
Lya esforzada
atropellada por el tiempo
tus ojos son cuentas del collar
eslabones de la cadena
que me ata a tu mirada
como un perro capado
un fundido encadenado me acerca tu ojo
una película muda
en la oscuridad de mi caverna
exhibida
y una cascada de perlas
esperando ser desatadas
seguirás perdida Lya
en el tiempo de un delirio blando
como una estatua que nadie mira
o un reflejo del mediodía
en el marco de una ventana
pero Lya
¿quién podrá alcanzar
como tú
el oro en un pozo de mierda?
Al mirar la cara de la mujer del collage, me ha venido a la memoria la cara de Lya Lys en la escena del cuarto de baño de La edad de Oro, de Luis Buñuel. El físico y el gesto es muy parecido, sorprendentemente.
Así que, siendo ambas imágenes objeto de voyeurismo, a partir de ese momento no he podido romper el cordón que las une. Y he escrito pensando en ambas como una sola.
Este encuentro genera una nueva obra, Lya Lys restaurada, a la que, sin duda, también este texto representa.
Esta imagen no es otra cosa que un trozo de periódico, que por un lado tenía la cara de la mujer y por el otro el gran ojo. Lo positivé como si de un negativo se tratara. Solo tuve que "revelarlo".