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Marquise

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MARQUISE



Prisionera de la trivialidad
de una existencia cotidiana bajo el imperio del se
1,
la marquesa cierra los ojos:


oculta en el velo calado de la impostura,
siente la seda como una llamada, como un insecto,
como una pezuña que acaricia su piel.


Se desliza más allá de los sostenes,
siempre hacia abajo, hacia los dedos de sus pies,
hacia afuera del recinto de sus zapatitos.


Su carne vigilada chilla al desnudarse,
como el marrano en la matanza,
como el foco enfrentado que deslumbra.


Algún día, quizá un jueves,
soñará con desatar los lazos del corsé que se aprieta,
a dentelladas, y el ombligo será ciego.


Azarada en ese vaivén de ilustración y orgasmo,
de pérdida de pie y sacramento2,
la marquesa vislumbra el azul pixelado del cielo.


Porque todo le remite sin tregua a su propia imagen,
al espejo impropio de la realidad
y al clinamen de sus caderas a sazón,


la noche se acerca de nuevo en la falsa firmeza del día,
y un hilo de sudor corre lamiendo su espalda
adentrándose en el paraje rocoso de sus nalgas.


Ese temblor lleva su nombre,
no su apellido, ni su cargo, ni su fecha.
Ese temblor es Ella, su margen3.

1 “se trabaja, se vive, se piensa”. De la introducción de Primeros materiales para una teoría de la jovencita, de Tiqqun.
2 cada uno de los siete signos sensibles de un efecto interior y espiritual que Dios obra en las almas. Misterio, cosa arcana. Bollo de forma más o menos rectangular, que se recubre de azúcar.
3 espacio que queda en blanco a cada uno de los cuatro lados de una página manuscrita. Ocasión, oportunidad, holgura o espacio para un acto o suceso.